El estado de conciencia necesario para la curación. Esta serie de instrucciones se escribe para todos los aspirantes en el Sendero de Iniciación que hayan sentido definitivamente la llamada del servicio y están buscando suficiente conocimiento con el que responder a la llamada. Son aquellos cuyos pies están bien plantados sobre el Sendero y cuyo siguiente paso es hacia el reino del discipulado. Esta etapa de la evolución presupone cierto desarrollo de la conciencia del Alma, que trataré de explicar.
El estado de conciencia necesario para la curación:
1. Correcta motivación
su relación esencial con todas las demás personas. Es un Alma, relacionada con todas las demás
Almas, siendo por tanto un hermano para todos los hombres.
Reconoce el hecho de que no puede tener propósito, motivación, ni objetivo que no sea la motivación,
el propósito y el objetivo de todos los hombres. Le sería imposible adquirir nada para el yo separado,
porque su misma naturaleza demanda que comparta lo que es con sus hermanos.
Ha tenido una vislumbre del Reino de los Cielos, ha sentido la belleza del Plan Divino, ha logrado en mayor o menor medida una sintonización con el Alma de todas las cosas.
Todo esto sirve para estimular su aspiración al Alma, pero esa aspiración se caracteriza por su inclusividad. Aspira para todos los hombres, reconociendo que no puede conocer paz completa hasta que se haya logrado para la entera familia humana.
¿Podría un hombre estar contento de comer su plato y ver a sus hermanos con necesidad de alimento?
2. Desinterés
Como resultado de su reconocimiento de la hermandad, al discípulo le es posible dejar de lado todos
los pensamientos de yo para servir. Como personalidad separada, se convierte en una no-entidad
al perderse a sí mismo en servicio al Plan. Los pequeños deseos, las metas egoístas, las insatisfacciones
le son desconocidas. Su visión abarca mucho más e incluye aquello que es tan grande, que
las cosas de la personalidad se vuelven insignificantes en comparación, y se olvidan eventualmente
en el servicio. Para los demás podría parecer que su vida entera es un gran sacrificio, pero para su
conciencia, el servicio mismo es su recompensa.
Amigos míos, miren más allá de la apariencia externa, observen la belleza y la perfección del Plan
de Dios en la tierra. Reconozcan que son parte del Plan y la infelicidad, la constante discordia y agitación, caerán como una vieja capa usada. Suya será la alegría, la paz interna, y la fuerza del Alma divina en acción.
3. Sensibilidad a la necesidad mundial
Esto, por supuesto, depende de muchos factores, el tipo y cualidad del equipo con el que el aspirante
debe trabajar, sus obligaciones kármicas, etc. También depende del grado de discriminación que
ha desarrollado. Debe ser capaz de discriminar entre la verdadera necesidad mundial y el espejismo
astral. Esta es la discriminación que diferencia al verdadero discípulo del discípulo en ciernes.
Muchas de las dificultades aparentes en el mundo hoy son resultado directo de individuos y grupos
registrando lo que piensan es necesidad mundial. Los “ismos”, organizaciones separativas, etc., son
manifestaciones de sensibilidad sin discriminación.
El verdadero discípulo es no violento, no crítico, omni incluyente en su reconocimiento de los hermanos, siempre amoroso, amable y considerado.
Suya no es la actividad de la destrucción, porque sabe que la destrucción es una actividad interna. Aquello que ya no se incluye en el Plan de Dios se destruye a si mismo. Esta es una ley básica y debe reconocerse antes de poder entrar a un verdadero campo de servicio. No hay discípulos involucrados en el trabajo de destrucción consciente. El concepto de un trabajo tal es espejismo astral, una distorsión de la verdadera necesidad. El discípulo transmuta, sintetiza y construye. Deja tales cosas como la destrucción a la Ley Universal y no es cegado por este tipo de espejismo.
Hablaré aquí de visión, porque este es el atributo que hace sensible al discípulo a la necesidad
mundial.
Es visión intuitiva lo que permite al discípulo diferenciar lo real de lo irreal, lo importante
de lo no o menos importante. Algunos lo llaman comprensión; es una manifestación de la Sabiduría.
El discípulo debe tener la capacidad de rasgar las nubes de la ilusión que retienen a las masas en la
ignorancia, si ha de servir a la humanidad. ¿Cuáles son algunas de esas ilusiones? Señalaré algunas
que están causando el mayor daño en el mundo hoy (El estado de conciencia necesario para la curación).
1. La ilusión del mal
Este es un tema de lo más difícil de discutir, porque el concepto del mal está tan profundamente
arraigado, y es de tal inmensidad en la mente racial, que el mismo intento de revelar la verdad a
este respecto se encuentra una poderosa oposición.
El hombre está sumergido en lo que el mismo ha creado. No existe tal cosa como el mal excepto en
la mente del hombre. Dios creó el Universo manifiesto, y vió que era bueno. Creó al hombre a su
propia imagen y le dio poder sobre los peces del mar, los pájaros del cielo y todo ser viviente que se
moviera sobre la tierra. Un estudio de estas palabras y la aplicación de la Ley de Correspondencia
llevará mucha comprensión al aspirante (El estado de conciencia necesario para la curación).
Los peces del mar son, para el sabio, simbólicos, y se refieren a las emociones humanas encontradas en la conciencia astral de la raza.
Con su propio cuerpo astral (mar) el hombre crea esas formas (peces) que atraviesan un proceso evolutivo y eventualmente se manifiestan en su vida y asuntos.
Los pájaros del cielo se refieren a los pensamientos que el hombre acepta y encarna en el aspecto
mental de su propio ser. Estos pensamientos (pájaros) tienen alas y pasan de individuo a individuo
en la conciencia de la mente racial (cielo).
Todo ser viviente que se mueve sobre la tierra se refiere al cuerpo físico del hombre y su entorno en
manifestación (El estado de conciencia necesario para la curación).
Existe, por supuesto una analogía superior que ve el iniciado. Daré aquí una indicación con tres palabras:
a. Energía
b. Humedad
c. Sustancia
El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, su padre, a su vez crea en su propio dominio.
Dios le dotó con energía creativa y la semilla de toda cosa viviente. El hombre aplica esta energía a
la semilla y trae a la manifestación los resultados de su Sabiduría, conocimiento y comprensión. Es
aún un niño, un Dios a medias y sus trabajos creativos reflejan su crecimiento o falta del mismo.
En este momento el bien y el mal son el resultado aparente de la evolución del hombre.
El demonio de la religión ortodoxa no es sino una poderosa forma de pensamiento, creada por el
hombre, aceptada por la conciencia astral de la raza y manifestado como resultado de la ignorancia
del hombre (El estado de conciencia necesario para la curación).
El discípulo sabe que el único demonio que ha de temer es el que ha creado y acogido en sí mismo.
El único infierno que ha de temer es el que resulta de su trasgresión de una ley que ha creado en su
propia mente mediante la falta de comprensión de la Ley Universal. Una vez que el hombre comprende
verdaderamente la Ley Universal, no puede transgredirla, porque se ha convertido en la Ley.
El aspirante ha aprendido a comprender el bien y el mal en términos de Fuerzas de Luz y Oscuras,
pero aún su comprensión está muy limitada y a menudo distorsionada.
Está aún bajo la ilusión porque aún debe cuidarse de la Fuerzas Oscuras y proveerse de protección ante ellas. Para él son muy reales, y en este sentido tiene razón, porque pueden hacerle daño y en apariencia lo hacen.
Aún se identifica con la forma y es por tanto vulnerable a las condiciones de la forma.
El discípulo también ve el bien y el mal en términos de Fuerzas de la Luz y Oscuras, pero su comprensión
es algo más clara que la del aspirante (El estado de conciencia necesario para la curación).
Ha vislumbrado la naturaleza del karma y no ve la Oscuridad y la Luz sino como un equilibrio de la Ley Universal.
Acepta su karma, y mediante aceptación sin miedo ajusta esas fuerzas que se manifiestan a través de él. Se desidentifica del aspecto forma y no puede por lo tanto ser dañado.
El iniciado se ha liberado del concepto del bien y del mal, incluso en términos de Luz y Oscuridad, y
ha salido por tanto de la ilusión. Su comprensión solo puede indicarse al no iniciado en las palabras
de Pablo, “Al Puro todas las cosas son puras”. El estudiante que estudia el arte de curar se familiariza
con las energías que se manifiestan a través de la forma. Aprende a considerar bien y mal como
uso de la energía correcto o incorrecto – correcto en sentido de que un grado de perfección se ha alcanzado en la forma, incorrecto en el sentido de que la forma está distorsionada y es imperfecta.
2. La ilusión de la importancia o del poder
Este es otro tema que es algo difícil de aclarar, porque el hombre medio y muchos principiantes en
el sendero se hayan inmersos en la ilusión de la importancia.
Esta ilusión es el resultado de la polarización mental y es por lo tanto experimentada por casi todo
el mundo que comienza a vivir y a trabajar en el dominio del pensamiento. El principiante ha entrado
en un mundo en el que a menudo se cree a sí mismo como el origen y único poseedor de las
respuestas a los problemas del mundo (El estado de conciencia necesario para la curación).
Llega a la causa mental a través de la distorsión emocional (que es a menudo otra distorsión) y al hacerlo se siente más importante que aquellos que se encuentran atrapados en el emocionalimo tan irrestricto hoy día.
Se convierte en el centro del conocimiento alrededor del que gira el universo, y haciendo demanda de ese conocimiento, se dispone a hacer la ley para sus hermanos.
La sensación de poder, completamente distorsionada por falta de Sabiduría por su parte, lo eleva
aún ante sus propios ojos a una posición de importancia. Los demás se convierten en pequeñas
personas sobre las que ejerce control (de modo inconsciente al principio, conscientemente después),
justificándose a sí mismo en la creencia de su propia importancia a los ojos de Dios, que, de
paso, es por lo general una imagen refleja de sí mismo (El estado de conciencia necesario para la curación).
Amigos míos, lo que puedan alcanzar de lo Divino en si mismos, también puede ser alcanzado por
los demás.
La Verdad es universal, la importancia es universal, y nadie puede reclamarla sobre los
demás. La humildad es un prerequisito al discipulado. Es un prerequisito para el servicio.
Jesús dijo, “Por mi mismo nada puedo; es el Padre en mi quien lo hace todo”.1 Piensen en esto; es
importante (El estado de conciencia necesario para la curación).
3. La ilusión de la inadecuación
Esta es una de las ilusiones más difíciles de romper, porque se convierte en parte del equipamiento
del de otra manera capaz discípulo, haciéndolo inútil para sus hermanos. Es una de las mayores
clases de egoísmo evidenciado por los aspirantes, y arrastrado en todas las eras. Si el aspirante pudiera
darse cuenta de que no puede ser inadecuado dado que es uno con todos los hombres, y que
al pensar de esta manera está albergando una de las formas más sutiles de separatividad. Se está
separando a sí mismo de sus hermanos, pensando de sí mismo que es diferente, y en esa misma diferencia, importante (El estado de conciencia necesario para la curación).
¿No es también un hijo de Dios? Esta ilusión particular proviene de muchas cosas; entre ellas encontramos:
a. El hecho de que el aspirante ha vislumbrado a medias el Plan y no se ha incluido en ese Plan. Le
parece algo tan refinado que para él ese lugar está fuera del alcance de sus posibilidades.
b. El hecho de que ha observado el servicio de alguno o más de sus hermanos, y a partir de un sentido
de competición no se encuentra a la altura de sus actividades. Hermanos míos, aún cuando las
forma de servicio de sus hermanos puede que no sean las suyas, su camino las complementa. Cada
uno tiene su lugar, cada uno tiene su sendero de servicio, y todos hacen un todo. No hay competidores
en el servicio. Existe solo libertad y cooperación amorosa (El estado de conciencia necesario para la curación).
c. El hecho de que está apegado a errores pasados. Ha tratado de desempeñar alguna forma de servicio y ha fracasado. Ha cometido muchos errores y equivocaciones, y al recordarlas, se condena a sí mismo.
Nunca he conocido a ningún discípulo que no haya experimentado fracaso tras fracaso.
Esto es parte del sendero, porque la experiencia es todavía el gran maestro. Condenarse a uno mismo
es negar a Dios. Considerarse a uno mismo inadecuado para cualquier tarea que se le presenta
es negar a Dios.
Hermanos míos, desapéguense del pasado y terminemos con esa estupidez.
La Paz esté con ustedes (El estado de conciencia necesario para la curación).
Ver más en: La forma de pensamiento de la muerte y El estado de conciencia de los que solicitan curación y El estado de conciencia necesario para la curación
Fuente:
-Curación- Lucille Cedercrans (El estado de conciencia necesario para la curación).
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