He desechado tanto en mi vida

He desechado tanto en mi vida

He desechado tanto en mi vida que mis espaldas están más livianas. Aunque sé hay mucho más por deshacerme. Pero es bueno hacerlo en el momento justo.

He desechado tanto en mi vida
He desechado tanto en mi vida Cargando pesos.

He desechado tanto en mi vida:

Si comienzo a recordar mis primeras imágenes, lo que viene a mi mente es la ropa, obviamente. Ya no me queda. Aunque sé que mi madre guardó mucho tiempo alguna de ellas para algunos de mis hijos. Creo seguramente alguna hayan usado.
Han quedado en el camino mi primera mascota a la que aprendí a olvidar, pero jamás de recordar. Eso sí, sin dolor. Los chicos somos buenos en recordar sin dolor. Al menos en mi caso. Y digo chico porque estoy volviendo a serlo. Porque lo que aprendí de adulto, me ha servido de poco.
Cuando vamos creciendo la cosa ya cambia. Todo empieza a complicarse y ya nos lamentamos demasiado. Y más aún cuanto más envejecemos. Eso es porque involucionamos. Pero por ello uno debe volver a aprender a soltar y amar sin retorcerse de dolor. Tomarlo como lo que es, que el tiempo juntos terminó.

Se suman bultos y recuerdos:

Es lo que solemos hacer en nuestra vida desde que llegamos a la adolescencia. No tiramos nada. Vamos reciclando todo por si acaso y se acumulan objetos por veinte años que terminamos arrojando a la basura porque ya ni se lee lo que era, como tampoco se sabe que significado tenía.

¿Entonces por qué no hacerlo de inmediato?

Volviendo a la lista:

Dejé olvidado de mi vida a mi mejor amigo de la infancia y poco después dejé de verlo. Lo decidí dejar, porque no coincidía con cosas que en su hogar pasaban por maltrato a una anciana. La anciana era una abuela. Y yo dejé de sentirme cómodo. Lo relacioné simplemente. Mi abuela era un ser fundamental en la historia de mi vida. Y si bien con otro amigo en un momento pasé algo similar, aunque más leve. En esa época fui terminante.
Eso no quita que sea una persona a la que quiero bien. Pero ya no coincidimos.
Luego fui dejando otros «mejores amigos» y también me fueron dejando, como también dejé que me dejaran.
Fui dejando decepciones de las chicas con las que salí. Seguramente haya decepcionado a muchas. Y realmente lo lamento. Aprendí que no todos estamos en la misma sintonía.
Aprendí que no todos manejan el mismo sentido del humor.
Me despojé de hipocondrías heredadas.
Aprendí a no ser revanchista.
Comprendí lo que es vivir bajo la piel del otro. Aunque me doy cuenta ahora que es más difícil de lo que pensé en otras épocas.
Desabroché mi bolso defensivo y alerta. Descubrí que no estoy en lucha con nada.
En la obra «La máquina del tiempo» siempre me pregunté que libros llevaría su protagonista. Hoy aprendí que lo que necesito saber está en mí interior.
Que si hubiera necesitado algo más, habría nacido con ello. No necesitamos nada más que a nosotros mismos. Pero recuerda que vivimos en sociedad. Somos seres sociables, ejem, algunos.
Y amo la lectura de lo que sea. Pero aprendí a intentar ser un principiante de la lectura de la naturaleza. Qué mejor maestra!
También fui dejando mi estructura mental que tanto trabajo me llevó construir por más de 30 años. Ese fue el parto mayor. Hasta ahora. Tal vez sea porque desde allí las cosas he aprendido a tomarlas con otra filosofía.
Pero no hay nada más duro que ver como tu mundo se desmorona hasta los cimientos. Y que además de no comprender como funciona el mundo, uno debe hacerse cargo de los hijos pequeños o de otra gente a tu cargo.

Ver más en: Metafísica de la naturaleza y Metafísica de la creación

Cómo admiraba a Hércules!!

Aprendí sin cargar ni un gramo más, que podía ser mucho más fuerte que él.
Y gracias a la metafísica comprendí una teoría de como encajaba el mundo y que me explicaba casi todo lo que necesitaba.
Pero yo era un semidios devorador por saber y comprender.
Me hice y me re hice mil veces. A tal punto que ya no entendía nada.
Que cada decisión que iba a tomar, no la tenía en el manual de vida que había llevado hasta ese momento. Que debía resolver en el aquí y ahora. Y si ahora era lo mejor, perfecto. Pero mañana podía ser la peor estupidez que podía haber hecho. Y si bien no he hecho muchas tonterías, algunas mejor ….
Ahí supe que ya no tenía decisiones preconcebidas.
Ahí supe que cada decisión la debía tomar en el momento justo. No valía pensar una semana antes.
Pero sí intentar comprender el problema y las alternativas coherentes que necesitaba para tomar la mejor decisión.
Todo se basaba en analizar, elegir y decidir lo mejor en el momento oportuno.
Volví a cometer errores. Y de ellos aprendí a sacarme odios.
Aprendí a perdonar y sentir pena por esa persona.
Me saqué de encima la condena de juzgar al otro.
Aprendí que hay seres oscuros. Que vienen a mostrarnos la existencia del mal.
Del rol que juegan. Que merecen nuestra compasión. Pero también merecen nuestra respuesta.
Hasta de pensar mal aprendí a borrar todo aspecto negativo de mi pensamiento.
Aprendí como hacerlo.
Busqué y busqué. En bibliotecas, en librerías, en la web, en cincuenta pestañas abiertas a la vez que me llevaban de un enlace a otro.
Que perdí fuentes, que perdí quienes lo decían, que me acusan de no dar fuentes, que si me dan la fuente de donde lo saqué lo agrego, que si se enojan o se alegran no es asunto mío (He desechado tanto en mi vida).
Solo me importa que quien padeció algo de lo que yo padecía tenga en algunas letras mías o ajenas, palabras que los contengan a mitigar el dolor.

Sobre el dolor:

Solo quien sabe lo que es el dolor verdadero, sabe que no hay dolores mayores ni menores. Todo dolor es desesperante.
Los otros, los que compiten a ver quien ha sufrido más, no han aprendido nada.

Que busco:

Que busco hacer el bien, que no basta, que la gente solo quiere ser admirada por lo que pone y no lee nada del vecino, que la web parece una variedad de sordos y ciegos que casi no reaccionan a lo que leen u oyen porque solo intentan colgar el mejor post, los más leídos, los que más dinero sacan o los sanos que lo hacen porque es importante para sus vidas, porque sin ese post bendito, no tienen con quien compartir nada de lo que sienten y sufren.
Y están los santos que al verse identificados con lo que leen lo comparten, porque no se animan a decirlo por ellos mismos.
Esto ocurre por distintos motivos, por verguenza, por pensar que no dan la altura, porque piensan que son los únicos que sienten eso y no quieren ser criticados despiadadamente y que nadie les importa o los tacharán de locos (He desechado tanto en mi vida).
Amigos, a nadie les importa nada. Hagan lo que los haga felices!!!

Pero si vos ves lo que yo estoy viendo y es que mucha gente está mirando su ombligo y no se ocupa que su hermano está colgándose la soga al cuello porque nadie le ha oído, con tanto ruido que hace la sociedad para acallar las voces de los desesperados, estamos terminados.
Por eso hermanito ayúdame a sacarme este otro peso de encima y sé conciente que debemos buscar el bien común para salir adelante.
Porque si yo tengo el buche lleno y con eso me basta, no vamos a ningún lado.
Porque si ves la calle llena de chicos aspirando pegamento nos perdemos el tren del futuro.
Porque si tu hijo ve que tu eres una estalagmita, cuando se vaya dejará que te unas a la estalactita que crece del techo.
Y ese pobre hombre que será tu chico ya grande, no sabrá diferenciar el norte del sur. Y tomará para cualquier lado. Y todo le dará igual (He desechado tanto en mi vida).

Lo único que vengo cargando es un sueño. Mi sueño es ver una mañana el paraíso del que tanto oí hablar. Ese que un día un sabio maestro dijo que iba a venir como ladrón en la noche y todo ya habría cambiado.

Yo estoy afirmando, deseando, visualizando, creando y dando gracias porque ya estamos en ese día!
(He desechado tanto en mi vida).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.